Fachoruzito

Ahijuna, a matar zurditos, José!!!

Esto no es una crítica de cine. Es una catarsis hacia un bodrio asqueroso y repulsivo ideológicamente llamado Patoruzito.

Con sólo haber visto las publicidades de la nueva película del caciquito tehuelche basta para darse cuenta que es un canto al nacionalismo más pelotudo que nos quiso inculcar el creador de este engendro, el funesto Dante Quintero, desde chiquitos.

Pero arranquemos desde el principio. Patoruzito es un spin-off (o desprendimiento) de su original, Patoruzú, aquel indio argentino multimillonario (?), superfuerte, superhumilde, superbueno y, además, superfacho.

En las viejas historietas de Patoruzú se realzaba a lo argentino como lo máximo, el paso más avanzado de la evolución humana. Y no conforme con esto, los personajes de alguna etnia o nacionalidad diferente eran más malos que los rusos de las películas yanquis. Gitanos ladrones, chinos traicioneros y mafiosos, judíos usureros, todos los lugares comunes posibles pero exagerados al punto del vómito.

Además, desde las columnas de la revista de Patoruzú el sorete de Quinterno se despachaba diciendo, en boca del indio, cantidades de elogios a los milicos autores de alguno de los tantísimos golpes de estado que abundaban tanto en la Argentina del siglo XX, hasta llegar a ser la imagen del Proceso de Videla, Massera y Agosti, donde el indio aparecía montando un potro con la forma del país.

Y claro, también fue elegido como imagen argentina en la feria America '92, cuando se conmemoraban los 500 años del comienzo del fin de millones de indios americanos (que paradoja).

Ahora, después de castigarnos con la película de Patoruzito en el 2001, la derecha hija de puta argentina nos vuelve a atacar con este sorete llamado Patoruzito 2, la Gran Aventura, dirigida nuevamente por el gordito José Luis Massa, creador de otras mierdas abominables como la película de Chiquititas o esa garcha atómica llamada Un Papá Genial, con un Juliancito Weich más odiable que nunca.

Todas películas pedorras que tienen como único objetivo desviar la atención y estupidizar a la gente, el público argentino, que bastante estúpido es de por sí....

Listo, catarsis concluída. No lleven a sus hijos a ver Patoruzito. Salvo que pretendan que de grandes sean tan forros como sus padres.